Estas Navidades pasadas descubrí los calendarios de adviento para gatos, perros, conejos, y otros animales de compañía. Son más caros que los de niños y mucho más elaborados. Este de la foto, por ejemplo, es para conejos. Cuesta unos seis euros, y tiene “24 sorpresas deliciosas” que llevan:

  • rabanito de sisal, 6 cm
  • zanahorias bicolores
  • mini-alfalfa
  • mini-aros de zanahoria
  • loftys cereales
  • caramelos de arándanos
  • caramelos de miel
  • caramelos de yogur
  • caramelos de verduras
  • caramelos de zanahoria

Me pregunto si la gente que tiene animales de compañía en casa los mima igual o más que si fuesen niños. La chica de nuestra tienda más cercana de animales no tiene hijos, pero tiene un gato y un conejo y se gasta lo que haga falta, y también lo que no haga falta, en ellos. Juguetes de todo tipo y un arañador para el gato en cada habitación. Y el otro día se dejó 250 euros en radiografías del conejo porque tenía un atasco intestinal, como si los intestinos se pudiesen ver en una radiografía.

En vista de lo que nos enseña en sus programas “El encantador de perros”, miles de personas viven esclavizadas con su chucho porque no saben ni las normas más básicas de educación canina, cosa que también pasa con los niños (lo de no saber las normas, no lo de vivir esclavizado).

¿Cuánta gente tiene mascota? ¿Hay más gente con mascota o con hijos? ¿Le gusta a la gente, en general, más los perros/gatos/etc que los niños?

Los solitarios, los tímidos, los que viven en el campo, los que no tienen hijos (por ser muy jóvenes o muy mayores o por no querer o poder tener niños), los que se encontraron al animal abandonado, los que siempre quisieron tener uno pero sus padres no le dejaron, los que siempre han tenido uno, … hay tantos candidatos a tener mascota. Al fin y al cabo, no hace falta buscarle una buena educación, ni ropa, ni zapatos, no se queja nunca y siempre te recibe con buena cara. Nunca te abandona, siempre está de tu parte, se queda a tu lado cuando te sientes mal y no pide nada por Navidad, ni siquiera un calendario de Adviento.

A Leona Helmsley (en la foto) la llamaban “la reina de la maldad”. Era una multimillonaria, magnate inmobiliaria y propietaria de una cadena de hoteles, a la que sólo parecía soportar su perrito Trouble. Cuando un camarero de uno de sus hoteles derramó una gota de café en el plato, le obligó a arrodillarse para suplicar perdón. En cambio, Trouble tenía un armario lleno de abrigos de cachemir y una selección de collares de diamantes. Hace un par de años, la Sra. Helmsley murió. En su testamento, le dejaba 12 millones de dólares a Trouble, mucho más que a sus nietos (alguno de los cuales no recibió nada en absoluto). «Ellos saben por qué», dice el testamento.