Este precioso bebé de 17 meses, apodado Baby P, murió en agosto, después de meses de maltrato brutal por parte de amantes y amigos de su madre, y nadie hizo nada para evitarlo.

Nadie se explica por qué los trabajadores sociales de Haringey —el distrito al norte de Londres donde vivían— contrataron a una canguro para “darle un respiro” a la madre cuatro días a la semana, en lugar de hacerse cargo del niño. La lista de brutales e inimaginables ataques es difícil de digerir. Las últimas: le rompieron siete costillas, la espalda, y le faltaba la punta de un dedo.

La canguro, Ann Walker, estuvo viendo al niño durante sus últimos cinco meses de vida, y dejó de hacerlo unos días antes de la muerte. Ha declarado que, apesar de las obvias heridas que presentaba por el cuerpo, le recordaba como a un niño muy feliz en su casa. !!?